En nuestra revista Yoga Journal nos alegra mucho tener, por fin, en nuestras manos el recién publicado libro de Enrique Moya ,director del Centro de Yoga Yantra, en Málaga. La llave de la atención (Editorial Sirio) contiene la sabiduría destilada de alguien que lleva casi cincuenta años dedicado a vivir y difundir el yoga y la meditación con claridad, integridad y sencillez.
Ya hemos tenido ocasión de aprender practicando con Enrique y de entrevistarlo para una edición anterior de la revista (nº123). Ahora podemos acceder con más profundidad a sus conocimientos acumulados y experiencias vitales. En este libro nos transmite su forma de entender el ser humano y el sufrimiento, así como su propuesta de qué puede llevarnos a superarlo, ganar en salud física y psíquica, conocernos mejor en todas nuestras dimensiones (incluida la espiritual) y volver a la conexión equilibrada con los demás y el planeta. Para Moya, la atención consciente es la llave de esta radical transformación y, según sus palabras, “el auténtico corazón” de un libro es el que nos invita a indagar con apertura en nosotras mismas para despertar y transformar nuestras vidas personales y sociales.
A continuación, te entregamos la entrevista de Elena Sepúlveda, realizada hace poco más de un año (septiembre de 2021), en un retiro en el Centro Santillán, en Rincón de la Victoria (Málaga), provincia donde reside este madrileño. En esa oportunidad, Moya nos permitió acercarnos a sus enseñanzas «de pies en la tierra» que enfatizan el lado inclusivo y relacional de la práctica.
En España no contamos con muchas personas que lleven más de cuatro décadas dedicadas ininterrumpidamente a difundir el Yoga, pero sí que las hay y Enrique Moya es una de ellas.
Por Elena Sepúlveda /Fotos de Jaime Martín
Corría el principio de la década de los 70 cuando dos estudiantes de Economía madrileños se interesaban por el Yoga en un país donde apenas nadie lo conocía. Enrique Moya y su amigo Danilo Hernández exploraban juntos los contados centros de la ciudad en una búsqueda espiritual de cuyos frutos se han beneficiado miles de personas a lo largo de los años. Hoy hablamos con Enrique Moya.
YOGA JOURNAL. Háblanos de tus primeros encuentros con el Yoga, de si hubo alguien que te inspirase en particular y de cómo llegaste a Málaga.
ENRIQUE MOYA. Pues ya había practicado con distintos profesores, pero la primera persona con quien tuve una experiencia más profunda fue una profesora mexicana que había en Madrid y que se llamaba Malati Basai. Mi primera clase con ella fue diferente porque reconocí algo que buscaba. Ofrecía una combinación equilibrada de trabajo físico y búsqueda de serenidad y repetía mucho que no teníamos metas, que veníamos a explorar… Al salir de clase, notaba que mi energía se ponía en su sitio, y no solo a nivel físico. A partir de ahí empecé a buscar y viajar mucho fuera y dentro de España, hasta que en 1975 hice una formación de Sivananda en Canadá. Cuando terminé me quedé de staff en Montreal y ahí conocí a Swami Chidananda. Fue él quien me inspiró a decir: «Yo quiero ser profesor de Yoga».
En 1980 abrí el Centro de Yoga Yantra en Málaga, que ahora llevo junto a mis hijas Diana y Cristina. Por aquellos años conocí al autor Cayetano Arroyo y fue algo que me cambió muchísimo, porque era una persona de mi misma edad, muy humilde y con el misterio desvelado. Tuvimos una conexión muy fuerte; era un místico occidental que no sabía de Yoga, pero tenía la visión totalmente despierta. Escribió 11 magníficos libros -publicados por Editorial Sirio- y los recomiendo todos.
El equilibrio de la energía sátvica
YJ. Ahora nuestra conexión con las personas sabias es muy diferente, ¿no? Tenemos acceso a todo y todos en línea…
EM. Sí, creo que ahora hay un exceso de demanda y de oferta. En redes sociales vemos, por ejemplo, a celebridades recién formadas dando clases. Hay gente que no quiere pasar por ser alumno, sino ir directamente a ser formador de profesores, ¡ni siquiera profesor! El Yoga es muy complejo y requiere tiempo para conocerlo bien. No puedes quedarte solo con una parte porque todo va de la mano: el trabajo físico, de autoconocimiento, el relacional. Si le quitas un aspecto, lo desdibujas, le amputas partes a un sistema profundo y sólido para el desarrollo total del ser humano. Por ejemplo, no se puede separar el trabajo físico del energético. Si haces un par de asanas bien hechos y te paras a observar cómo está tu energía, verás que ha cambiado en general, no solo la sensación en áreas localizadas el cuerpo.
El verdadero objetivo del Yoga es que puedas transformar tu energía a través del movimiento físico. Todas las prácticas están destinadas a que nuestra energía sea más sátvica. Una sesión de asanas, de meditación, la respiración, todo. Si el profesor entiende bien el Yoga, se producirá un equilibrio. El Yoga es la capacidad que tienen el enseñante y el enseñado de hacer alquimia energética, individual o colectivamente. Bien impartido, el método puede llevarte a esa onda vibracional donde es más fácil despertar, cada uno en el nivel que pueda despertar.
Cambiar el enfado por la compasión
YJ. Háblanos del aspecto relacional del Yoga.
EM. Hay un triángulo en el Yoga que abarca la salud en la base, la empatía y la solidaridad en un lado y el autoconocimiento en el otro. Pero es un triángulo en movimiento, por eso en algunas tradiciones aparece el triángulo dentro y un círculo alrededor. Es decir, la salud me lleva mejor al autoconocimiento; el autoconocimiento me lleva a la empatía; la empatía produce salud… Y así van girando esos tres aspectos. Yo busco que la gente que viene a nuestro centro sea más empática en su familia o en su trabajo. Siempre dejo mis programas muy abiertos porque prefiero ver y sentir al grupo primero para luego hacer lo que mejor nos acerque a satva. Me da igual utilizar la voz, que la respiración, que el movimiento, que la atención. Todas te llevan hacia el mismo lugar. Equilibrar nuestra energía tiene una función social: cuanto mejor estoy globalmente (energéticamente), mejor persona soy para mi entorno. Si reaccionamos a nuestro entorno con rechazo o reactividad es porque estamos aferrados a nuestras preferencias y aversiones, y vamos dejando ondas energéticas con nuestros patrones reactivos que generan un impacto negativo.
En tu día a día siempre te vas a encontrar con situaciones y personas difíciles. Pero si estás aprendiendo a ampliar tu capacidad de acogida hacia lo que es, reaccionas diferente cuando alguien te pone mala cara. Ahora los científicos explican que estar muy abierto y estar muy atento van de la mano: lo llaman «sincronía gamma». Significa que tú percibes más, y ves que una persona con cara enfadada detrás tiene un dolor profundo. Así que, en lugar de enfadarte, sientes compasión. En un nivel de energía sátvica se puede ver con compasión a personas que en otro nivel de energía menos equilibrados podríamos ver como tóxicos.
YJ. Entonces, ¿meditar es imprescindible?
EM. Es parte del método. Hay libros que explican la meditación como una práctica para «silenciar la mente» y eso ha desanimado a muchos interesados. Pero la meditación es para percibir el silencio que sostiene cualquier agitación mental, no para acallarla. Claro que al principio todos necesitamos que el entorno sea un poquito favorable, pero recuerda que lo bonito es que las prácticas tengan una resonancia en nuestra vida cotidiana. ¿A mí de qué me sirve meditar mucho si luego no me lo puedo llevar a mi casa, a mi trabajo, a mis vecinos? Porque en el Yoga también se dan ambientes de exclusividad y elitismo. Y yo a mis alumnos siempre les digo que huyan de todo lo que suene a exclusivo, porque los yoguis somos inclusivos.
YJ. ¿Cómo definirías el tipo de asana que enseñas?
EM. He tratado de hacer un Yoga muy sencillo que combina las enseñanzas de Krishnamacharya y de Sivananda, pues hemos trabajado con discípulos de ambos. Tiene parte de la visión Sivananda, que es integradora, amplia. Y luego la parte secuencial y de ofrecer a cada persona lo que necesita de Krishnamacharya. Tratamos de crear un Yoga muy propioceptivo. Más que una gran flexibilidad o mucha fuerza, me interesa que mis alumnos se sepan sentar o levantar bien de una silla, que duerman o caminen bien en su vida, tengan la edad que tengan. Estructuro las asanas para dar una facilitación biomecánica a la persona y ahí introduzco todo lo que he aprendido, pues he conocido también el método Alexander o el método Feldenkrais y los he experimentado como alumno.
Practicantes principiantes y avanzados
YJ. ¿Qué consejo darías a alguien que se asoma al Yoga por primera vez y a alguien que lleva mucho tiempo practicando?
EM: Al primero le diría que el Yoga es un sistema en el que se te van a mostrar cantidad de herramientas para conocerte y para desarrollarte; que lo viese como un sistema en el que hay práctica y hay actitudes para ir desarrollando tu potencial. Aquí volvemos al triángulo: potencial de salud, de relación y de autoconocimiento.
Al segundo le diría que lo más importante es encender el corazón de la humanidad y que no se enredase con cosas demasiado raras. Si más de los que tenemos experiencia nos diésemos cuenta de que lo mejor que se puede hacer es ayudar a que la gente esté bien a todos los niveles, las cosas cambiarían bastante rápido. Krishnamurti decía que el verdadero camino es uno de generosidad. Si ya sabes algo, ve transmitiéndolo y creando círculos amplios de experimentación y comprensión. «Sé inclusivo», eso es lo que les diría.
Si quieres saber más y leer la entrevista a Enrique Moya en tu revista Yoga Journal España, no te pierdas el número 123. Para conseguirlo, llámanos al 916326251 o escríbenos a suscripciones@revistayogajournal.es.
La entrada Entrevista a Enrique Moya: el Yoga de lo cotidiano se publicó primero en Revista Yoga Journal.